Les presento a Charles Dickens

mi traducción de un capítulo de David Copperfield está aquí

el texto original de Dickens está aquí.

Hace poco caminaba por Mumbai escuchando música cuando un señor en una motocicleta me empezó a hacer señas. Unos días después me encontraba en su estudio; me mostró sus dibujos a lápiz y los libros de su mamá (que estudió literatura inglesa en Londres). Me habló de Bolaño y Carlos Fuentes y después de un rato me preguntó quiénes eran mis escritores favoritos, aquella pregunta temida por los que se enamoran de todo lo que tienen enfrente. Después de un rato dije “Charles Dickens” y el fotógrafo (al que nunca le volví a contestar el teléfono) se sorprendió de que no lo hubiera leído en la carrera.

Lo que le quise explicar al señor fotógrafo antes de que me interrumpiera es que una cosa es leer Grandes esperanzas en la facultad y otra muy diferente es enamorarse, de súbito y por completo, de un escritor. Por una enorme casualidad llegué a Casa desolada, novela poco conocida sobre la gente que esperaba a que se resolvieran diversos casos legales, y me maravillé ante todo lo que Dickens puso ante mí. Es un escritor tan clásico que quizá se haya dicho demasiado, y me parece que lo han relegado a la extraña categoría de Jane Austen: a todos les parece genial y todos lo leen por gusto, pero pocos críticos se siguen dedicando a estudiarlo.

 

Al buscar qué fragmento elegir, mi primer impulso fue buscar los párrafos que muestran el humor sutil en el tono o quizá una de las famosas caracterizaciones de Dickens, que en dos pinceladas dibujan completamente a los personajes. Pero en realidad nunca hubo competencia: desde que leí el capítulo 55 de David Copperfield fue amor a primera lectura.

El capítulo sucede ya bien entrada la novela y se refiere a una trama accesoria. El señor Peggotty (hermano de la nana de David) crio a dos niños, Ham y Emily, en un pueblo en la costa de Inglaterra. En una ocasión David visita a la familia con su amigo James Steerforth, quien queda prendado de Emily. Aunque ella se acaba de comprometer con Ham, decide huir con James y pasan muchos años antes de que su tío, el señor Peggotty, la encuentre por casualidad en Londres. A su vez Ham ha pasado todos esos años arriesgando su vida porque ya no quiere vivir, y desde que James abandonó a Emily en Italia se dedica a navegar por el mundo en un bergantín. En la trama principal vemos a David, que acaba de perder a su jovencísima esposa, además de su tía Betsey Trotwood (quien lo apoda “Trot”) y su nana Peggotty. David se prepara para ir de viaje al continente, su tía se prepara para volver a Dover; el señor Peggotty, Emily, y una familia muy querida por David, la familia Micawber, se preparan para emigrar a Australia y escapar de sus problemas.

Quizá parece que doy información innecesaria. Cuando leí David Copperfield me impresionó este capítulo por cómo el autor logra generar tensión y mantener el suspenso a pesar de que lo que ocurre es demasiado predecible. Borges dice en una entrevista que el escritor tiene que ser tan listo que el lector crea que es más listo que el escritor, y la frase hace eco en mi experiencia con este capítulo, pues sentí que Dickens era un gran titiritero que sostenía todos los hilos de la historia: controlaba todo lo que pasaba sin que se le cayera nunca la narración, haciendo que la tensión creciera de una manera sutil e imperceptible. A la vez sentía que ya sabía qué iba a pasar y me moría de ganas por enterarme de qué sucedería.

En los capítulos anteriores se da toda la información que necesitamos (y que yo intenté resumir) para que podamos predecir exactamente lo que pasará, pero Dickens maneja todo con tanta maestría que aunque sabemos lo que viene a continuación no podemos parar de mordernos las uñas por el suspenso que genera. Al final, en el capítulo que resuelve la historia de Ham, Emily y James Steerforth, lo que más abunda son las caminatas de David por el pueblo pesquero inglés.

Quizá es difícil explicar exactamente por qué me gusta tanto el capítulo, por qué me enamoré de Dickens al darme cuanta, mientras leía, cómo me manipulaba. Espero que ustedes sientan lo mismo que yo y que también enamoren, muy de súbito y por completo, del experto narrador que es Charles Dickens.